jueves, 30 de agosto de 2012

Listado de los cuentos publicados


miércoles, 29 de agosto de 2012

Cuento número 42 - De camino al cielo


Con el cuento, que a continuación se muestra, damos por finalizada la colección "Cuentos para Ruth y José".
Todos estos cuentos, accesibles desde la web http://cuentos.ruthyjose.com, fueron publicados diariamente en Facebook, por la plataforma "Buscando a Ruth y José" junto con una fotografía de los niños.

Queremos agradecer a tod@s l@s que hayan enviado cuentos durante este tiempo.


El cielo se nublo de nubes negras y la lluvia comenzó a caer. El dolor se instalo en los corazones de un país entero.

            Ana y Marcos caminaban por un sendero lleno de pétalos de flores. Él miraba hacia atrás unas y otra vez. Solo quería ver de nuevo a su mama. Ana dejo de caminar y del bolsillo de su falda saco un pequeño osito blanco de peluche. Se puso delante de su hermano y le dio el juguete.

-          Sí es tu osito preferido, te lo regalo mama.
-          Es cierto. Por eso te lo doy para que siempre este a tu lado y te cuide.
-          Pero hermanita…
-          Es tuyo y solo tuyo.


Tras estas palabras ambos hermanos se fundieron en un abrazo y continuaron caminando. De repente ante ellos aparecieron unos ángeles que caminaban con ellos. Tocaban dulces melodías y los llenaban de luz y de paz.

El camino se termino y ante ellos apareció una puerta abierta y sin pensarlo la atravesaron. Ante sus ojos aparecieron columpios, juguetes, mesas con tartas y caramelos, libros y todos los personajes de sus cuentos infantiles. Aquello era un regalo de Dios.

-          Nosotros cuidaremos de vosotros. – dijo un ángel.
-          Mama nos hecha de menos. – dijo Ana.
-          No te preocupes, podéis cuidarla desde aquí y en la tierra todos están con ella.


Ambos hermanos cuidaban a su madre desde el cielo y a los pequeños que llegaban al cielo.

      Los años pasaron y María sabia que sus hijos siempre estaban a su lado aunque echaba de menos tenerlos cerca. Llego el día en marchaba al cielo. Cuando llego vio a sus pequeños cuidando del resto de los niños.
Cuando vieron a su madre se abrazaron a ella.

-          Mama solo has tardado dos días en llegar. – dijeron los dos a la vez.
-          Han sido veinte años. – dijo ella.
-          Aquí no hay años, solo días. Tus hijos son ángeles desde que llegaron y ahora todos estáis juntos. – dijo un ángel mientras abrazaba a la familia. 

Silvya de la Fuente Salvador

domingo, 4 de diciembre de 2011

Cuento número 41

Había una vez un chico llamado Mario a quien le encantaba tener miles de amigos. Presumía muchísimo de todos los amigos que tenía en el colegio, y de que era muy amigo de todos. Su abuelo se le acercó un día y le dijo:
- Te apuesto un bolsón de palomitas a que no tienes tantos amigos como crees, Mario. Seguro que muchos no son más que compañeros o cómplices de vuestras fechorías.
Mario aceptó la apuesta sin dudarlo, pero como no sabía muy bien cómo probar que todos eran sus amigos, le preguntó a su abuela. Ésta respondió:
- Tengo justo lo que necesitas en el desván. Espera un momento.
La abuela salió y al poco volvió como si llevara algo en la mano, pero Mario no vio nada.
- Cógela. Es una silla muy especial. Como es invisible, es difícil sentarse, pero si la llevas al cole y consigues sentarte en ella, activarás su magia y podrás distingir a tus amigos del resto de compañeros.
Mario, valiente y decidido, tomó aquella extraña silla invisible y se fue con ella al colegio. Al llegar la hora del recreo, pidió a todos que hicieran un círculo y se puso en medio, con su silla.
- No os mováis, vais a ver algo alucinante.
Entonces se fue a sentar en la silla, pero como no la veía, falló y se calló de culo. Todos se echaron unas buenas risas.
- Esperad, esperad, que no me ha salido bien - dijo mientras volvía a intentarlo.
Pero volvió a fallar, provocando algunas caras de extrañeza, y las primeras burlas. Marió no se rindió, y siguió tratando de sentarse en la mágica silla de su abuela, pero no dejaba de caer al suelo... hasta que de pronto, una de las veces que fue a sentarse, no calló y se quedó en el aire...

Y entonces, comprobó la magia de la que habló su abuela. Al mirar alrededor pudo ver a Jorge, Lucas y Diana, tres de sus mejores amigos, sujetándole para que no cayera, mientras muchos otros de quienes había pensado que eran sus amigos no hacían sino burlarse de él y disfrutar con cada una de sus caídas. Y ahí paró el numerito, y retirándose con sus tres verdaderos amigos, les explicó cómo sus ingeniosos abuelos se las habían apañado para enseñarle que los buenos amigos son aquellos que nos quieren y se preocupan por nosotros, y no cualquiera que pasa a nuestro lado, y menos aún quienes disfrutan con las cosas malas que nos pasan.

Aquella tarde, los cuatro fueron a ver al abuelo para pagar la apuesta, y lo pasaron genial escuchando sus historias y tomando palomitas hasta reventar. Y desde entonces, muchas veces usaron la prueba de la silla, y cuantos la superaban resultaron ser amigos para toda la vida.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Cuento número 40

Adalina no era un hada normal. Nadie sabía por qué, pero no tenía alas. Y eso que era la princesa, hija de la Gran Reina de las Hadas. Como era tan pequeña como una flor, todo eran problemas y dificultades. No sólo no podía volar, sino que apenas tenía poderes mágicos, pues la magia de las hadas se esconde en sus delicadas alas de cristal. Así que desde muy pequeña dependió de la ayuda de los demás para muchísimas cosas. Adalina creció dando las gracias, sonriendo y haciendo amigos, de forma que todos los animalillos del bosque estaban encantados de ayudarla.

Pero cuando cumplió la edad en que debía convertirse en reina, muchas hadas dudaron que pudiera ser una buena reina con tal discapacidad. Tanto protestaron y discutieron, que Adalina tuvo que aceptar someterse a una prueba en la que tendría que demostrar a todos las maravillas que podía hacer.


La pequeña hada se entristeció muchísimo. ¿Qué podría hacer, si apenas era mágica y ni siquiera podía llegar muy lejos con sus cortas piernitas? Pero mientras Adalina trataba de imaginar algo que pudiera sorprender al resto de las hadas, sentada sobre una piedra junto al río, la noticia se extendió entre sus amigos los animales del bosque. Y al poco, cientos de animalillos estaban junto a ella, dispuestos a ayudarla en lo que necesitara.


- Muchas gracias, amiguitos. Me siento mucho mejor con todos vosotros a mi lado- dijo con la más dulce de sus sonrisas- pero no sé si podréis ayudarme.

- ¡Claro que sí! - respondió la ardilla- Dinos, ¿qué harías para sorprender a esas hadas tontorronas?
- Ufff.... si pudiera, me encantaría atrapar el primer rayo de sol, antes de que tocara la tierra, y guardarlo en una gota de rocío, para que cuando hiciera falta, sirviera de linterna a todos los habitantes del bosque. O... también me encantaría pintar en el cielo un arco iris durante la noche, bajo la pálida luz de la luna, para que los seres nocturnos pudieran contemplar su belleza... Pero como no tengo magia ni alas donde guardarla...
- ¡Pues la tendrás guardada en otro sitio! ¡Mira! -gritó ilusionada una vieja tortuga que volaba por los aires dejando un rastro de color verde a su paso.

Era verdad. Al hablar Adalina de sus deseos más profundos, una ola de magia había invadido a sus amiguitos, que salieron volando por los aires para crear el mágico arco iris, y para atrapar no uno, sino cientos de rayos de sol en finas gotas de agua que llenaron el cielo de diminutas y brillantes lamparitas. Durante todo el día y la noche pudieron verse en el cielo ardillas, ratones, ranas, pájaros y pececillos, llenándolo todo de luz y color, en un espectáculo jamás visto que hizo las delicias de todos los habitantes del bosque.


Adalina fue aclamada como Reina de las Hadas, a pesar de que ni siquiera ella sabía aún de dónde había surgido una magia tan poderosa. Y no fue hasta algún tiempo después que la joven reina comprendió que ella misma era la primera de las Grandes Hadas, aquellas cuya magia no estaba guardada en sí mismas, sino entre todos sus verdaderos amigos.

Cuento número 39

Había una vez un chico llamado Mario a quien le encantaba tener miles de amigos. Presumía muchísimo de todos los amigos que tenía en el colegio, y de que era muy amigo de todos. Su abuelo se le acercó un día y le dijo:
- Te apuesto un bolsón de palomitas a que no tienes tantos amigos como crees, Mario. Seguro que muchos no son más que compañeros o cómplices de vuestras fechorías.
Mario aceptó la apuesta sin dudarlo, pero como no sabía muy bien cómo probar que todos eran sus amigos, le preguntó a su abuela. Ésta respondió:
- Tengo justo lo que necesitas en el desván. Espera un momento.
La abuela salió y al poco volvió como si llevara algo en la mano, pero Mario no vio nada.
- Cógela. Es una silla muy especial. Como es invisible, es difícil sentarse, pero si la llevas al cole y consigues sentarte en ella, activarás su magia y podrás distingir a tus amigos del resto de compañeros.
Mario, valiente y decidido, tomó aquella extraña silla invisible y se fue con ella al colegio. Al llegar la hora del recreo, pidió a todos que hicieran un círculo y se puso en medio, con su silla.
- No os mováis, vais a ver algo alucinante.
Entonces se fue a sentar en la silla, pero como no la veía, falló y se calló de culo. Todos se echaron unas buenas risas.
- Esperad, esperad, que no me ha salido bien - dijo mientras volvía a intentarlo.
Pero volvió a fallar, provocando algunas caras de extrañeza, y las primeras burlas. Marió no se rindió, y siguió tratando de sentarse en la mágica silla de su abuela, pero no dejaba de caer al suelo... hasta que de pronto, una de las veces que fue a sentarse, no calló y se quedó en el aire...

Y entonces, comprobó la magia de la que habló su abuela. Al mirar alrededor pudo ver a Jorge, Lucas y Diana, tres de sus mejores amigos, sujetándole para que no cayera, mientras muchos otros de quienes había pensado que eran sus amigos no hacían sino burlarse de él y disfrutar con cada una de sus caídas. Y ahí paró el numerito, y retirándose con sus tres verdaderos amigos, les explicó cómo sus ingeniosos abuelos se las habían apañado para enseñarle que los buenos amigos son aquellos que nos quieren y se preocupan por nosotros, y no cualquiera que pasa a nuestro lado, y menos aún quienes disfrutan con las cosas malas que nos pasan.


Aquella tarde, los cuatro fueron a ver al abuelo para pagar la apuesta, y lo pasaron genial escuchando sus historias y tomando palomitas hasta reventar. Y desde entonces, muchas veces usaron la prueba de la silla, y cuantos la superaban resultaron ser amigos para toda la vida.

Cuento número 38

Un pequeño gusanito caminaba un día en dirección al sol.

Muy cerca del camino se encontraba un chapulín. -Hacía dónde te diriges?, le preguntó.


Sin dejar de caminar, la oruga contestó: -Tuve un sueño, anoche soñé que desde la punta de la gran montaña yo miraba todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo.


Sorprendido, el chapulín dijo mientras su amigo se alejaba: -Debes estar loco!, Cómo podrás llegar hasta aquel lugar? -Tú, una simple oruga! Una piedra será una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable.


Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó. Sus diminutos pies no dejaron de moverse.


De pronto se oyó la voz de un escarabajo: -Hacía dónde te diriges con tanto empeño?


Sudando ya el gusanito, le dijo jadeante: -Tuve un sueño y deseo realizarlo, subiré a esa montaña y desde ahí contemplaré todo nuestro mundo.


El escarabajo no pudo soportar la risa, soltó la carcajada y luego dijo: -Ni yo, con patas tan grandes, intentaría una empresa tan ambiciosa.


El se quedó en el suelo tumbado de la risa mientras la oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros.


Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo a desistir. No lo lograrás jamás! -le dijeron-, pero en su interior había un impulso que lo obligaba a seguir.


Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar. -Estaré mejor, fue lo último que dijo, y murió.


Todos los animales del valle por días fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo. Había construido como su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió por querer realizar un sueño irrealizable.


Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos.


De pronto quedaron atónitos. Aquella concha dura comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos ojos y una antena que no podía ser la de la oruga que creían muerta.


Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas arcoiris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: Una mariposa.


No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría. Se iría volando hasta la gran montaña y realizaría un sueño, el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir. Todos se habían equivocado.


Dios nos ha creado para realizar un sueño, vivamos por él, intentemos alcanzarlo, pongamos la vida en ello y si nos damos cuenta que no podemos, quizá necesitemos hacer un alto en el camino y experimentar un cambio radical en nuestras vidas y entonces, con otro aspecto, con otras posibilidades y con la gracia de Dios, lo lograremós.


El éxito de la vida no se mide por lo que has logrado, sino por los obstáculos que has tenido que enfrentar en el camino.


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Cuento número 37

El timbre de salida sonó y los niños salieron de sus aulas de clases apresurados por llegar a sus casas para ver TV, jugar con sus videojuegos, pelota o en la computadora. Todos los días era igual eran muy pocos los niños que llegaban hacer sus deberes, estudiar o leer.

La biblioteca apago la luz, no había nadie la escuela estaba desierta, un suspiro desesperanzador se escucho desde un estante. El libro de cuetos salía de un rincón diciendo muy triste.



-Otro día más, y los niños ni nos miran


-Si lo hacen.- respondió el libro de lectura


-Claro a ti si porque tienen que aprender a leer -


También leen la enciclopedia.- replicó.


-Claro que si por si no los reprueban, eres el libro que lo sabe todo o casi todo. Ya ninguno lee como antes.


-Es verdad ni las aventuras les atraen.- el libro de aventura salto a la mesa, girando para dirigirse a los demás libros, que ya estaban atentos.


- Tenemos que hacer algo, tenemos que de alguna manera lograr de nuevo su atención


-Pero ¿Qué podemos hacer?- la novela clásica.


-Hermosa dama, no tengo ni la menor idea, pero pensemos somos libros inteligentes, ¿no?


-Claro que si somos libros inteligentes.- grito rebelde la novela contemporánea.


-Dinos sabio que podríamos hacer.- pregunto clásica con su voz dulce y pausada


-Pues verán a mi se me ocurre preguntar al abuelo.- la enciclopedia volteo a mirar el donde se hallaba el viejo libro, que hacía rato los escuchaba desde su rincón, era el libro de historia. Los miró con dulzura se acomodo los lentes miro a todos y dijo.


-Mis hijos queridos, todo lo que acá se hablado es muy cierto, estamos olvidados no solo por los niños si no por los adultos, no es obligatorio que las personas tengan que leer, sin embargo la tecnología no está ganado, no me mal interpreten la tecnología no es mala solo que la practicidad ha hecho que olvidemos lo bello y recreante que es leer un buen libro.


-¿Qué podemos hacer abuelo?- preguntó el libro de aventuras


-Consultar al libro mayor


-¿Y qué es el libro mayor?-preguntó el chiquillo


-Es el libro donde se guarda la magia de todas las historias escritas y las que están por escribirse


- Es decir que todos nosotros salimos de allí.- preguntó el pequeño niño que no era otro que el abecedario


-No exactamente mi pequeño abecedario, allí se guardan las historias después de escribirse, el maestro de las letras le otorga al hombre el permiso para usar la magia, y así escribir desde novelas, poemas, cuentos y libro de textos y en fin todo aquello donde pueda llevarte la imaginación.-


Todos los libros escuchaban con atención al viejo sabio, este sonrió al mirar el rostro de admiración de sus oyentes que no conocían la historia.


- ¿Y entonces como se llega allá…?


- No tan rápido mi apasionado lectura, esto es cosa de mayores y tu estas muy chico


- Ya tengo doce.- contesto altivo.-


- No se trata de la edad si no de combinar la experiencia con el desenvolvimiento.- contesto el abuelo


- Yyyy yo tengo la experiencia.- se apresuro aventuras


- Y yo la desenvoltura.- agrego clásica -


Es cierto, estoy muy de acuerdo.- dijo el abuelo


- Entonces no se diga mas.- terminÓ de hablar sabio Todos lo apoyaron, se decidió que Clásica y Aventura fuese a ver al libro mayor.


-Ahora querido abuelo ¿cómo llegamos allá?.- preguntó Aventura con su tono jovial


-Cuentos ábrete en la página de las hadas.


Cuento saltó a la mesa, abrió sus páginas donde le indicaba el abuelo, y una luz salió de las páginas conjuntamente con una hermosa escarcha dorada que se convirtió en una hermosa hada, todos quedaron maravillados


-Hola a todos.- su voz armoniosa dejo a todos encantados


-Hola endrina reina de las hadas te hecho venir porque…- la bella hada interrumpió


-Ya se querido abuelo he estado escuchándolos y me encanta la idea de ayudarlos, estoy muy feliz por su iniciativa de estimular a los niños en el maravilloso mundo de los libros


-Así es, debemos consultar al libro mayor.- dijo Aventuras


-Y yo los llevare gustosa con mi magia, agitó su varita mágica y Aventura y Clásica fueron llevados en una envoltura de luz y escarcha a un sendero, que subía a una montaña de piedras que estaban formado de letras y números.


-Aquí es. – dijo Clásica


-Andando.- Contestó su compañero


Se pusieron en marcha, hasta llegar a la entrada de una cueva de una cual salía una radiante luz. Entraron cautelosamente y en un pedestal de mármol se hallaba un gran libro abierto de donde irradiaba la luz resplandeciente y hermosa, los dos libros se alegraron pero cuando trataron de acercarse unos libros con armaduras le trancaron el paso


-No pueden pasar sin autorización -identifíquese…


-Déjelos pasar se escuchó una voz suave -pero maestro tengo ordenes…


-Si lo se capitán pero ellos son amigos


Este abrió el paso, Clásica y Aventura entraron y vieron a un hombre muy viejo de barba y túnica blanca.


-Somos… -si lo se, Clásica y Aventura y se a que vienen también y yo los ayudare, soy el maestro custodio del gran libro de la sabiduría…soy el guardián de las letras…- dijo sonriente.


-Maestro tenemos que llevarle a los niños el secreto del gran libro para que tomen amor a la lectura…


-Si lo comprendo el problema es que ningún libro puede acercarse a nuestro gran libro, solo puede acercársele un humano, y como el deseo de ustedes es que un niño tome amor por la lectura, deben traer a un niño. Verán los libros fueron creados por que el maestros de los dones les otorgo el permiso, para escribir y crear historias ya sean reales o imaginarias. Es por eso que solo un humano puede acercarse al libro mayor.


Aventura y Clásica fueron y trajeron con la magia de las hadas al niño que podría ayudarles. Gustavito eran un niño aplicado pero no le gustaba mucho la lectura, al principio pensó que soñaba pero luego se dio cuenta que todo era verdad, se acerco al libro y vio maravillado todo el mundo mágico que salía de allí imagínate si yo leyera todas estas historia entraría a ese mundo donde puedo encontrar lo que quiera.


-Si corazón, este mundo de fantasía se abre ante ti y te ayuda a abrir tu mente y desarrollar tus dones, puedes compartir la lectura con el otro invento y también mágico del hombre el Internet incluso compartir tu experiencia y que otros te sigan, no sería lindo.- Clásica le hablaba con tanto cariño que parecía música cada palabra.


Gustavito asintió sonriente.


-No tiene que gustarte todo tipo de lectura eso es lo maravillosos de los libros, puedes escoger lo que te apasione mas y leer lo que te apetezca.- agrego aventura.


El maestro los miraba complacido y acabó diciendo


-Los libros te brindan un mundo abierto de posibilidades, para conocer mundos de fantasía, aventura, amor, historia conocimiento


-La Internet también me lo proporciona


-Así es y gracias al Internet te puedes acercar más a la lectura, investigar y conocer, pero los libros los puedes llevar contigo a toda hora, y ahorras electricidad que es bueno para el medio ambiente y puedes descubrir a través de ellos tu potencial y quien dice que no te conviertas tu en escritor, muchos de ellos nacieron al descubrir lo que podían aportar cuando leían, la modernidad nos lleva a la tecnología para facilitarnos en nuestros día a día mas agitado comodidad, pero no hay nada más gratificante que leer un buen libro en un parque, en un café, en nuestro hogar créeme puede ser relajante, lee en Internet y busca tus alternativas en ella pero no descartes nunca un libro en tus manos.


Gustavito lo escuchaba atentamente y comprendió las palabras del maestro, asintiendo con la cabeza, sonrió y dijo finalmente


-¿Y cómo sabré que todo esto no fue más que un sueño?


-En tu corazón sabrás que no lo fue, buscaras la forma de contar tu experiencia… dijo Clásica


Así fue como Gustavito escribió un cuento que se publico en Internet y de allí saco un libro y contagio con sus historias a muchos niños que cada día gustaban más de leer. No te obligues a leer deja que fluya ante ti la magia de escoger que lectura te atrae más, y lee de a poco empieza de a chiquito y ve conquistando cada día el amor a la lectura, y descubre “El Maravilloso mundo de los libros”.

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